inaguro este rincón...
orillero...

de este lado ya había
mates llenos de risa,
mucho ruido,
y muchas nueces,
luces brillos jazz y tango,
montones de preguntas sin contestar,
un dolor silencioso e innombrable,
las palabras mas sensatas
en boca de quien prefirió decir dibujando,
y una vedette con preocupaciones geopolíticas...

traigo de allá,
un poco de carnaval en la mochila,
la nostalgia que pesqué en el río,
unos cuantos abrazos,
algo de magia que pasó de contrabando,
ladridos del tafa,
piedritas de lagos y mares en los zapatos,
el sonido de los tambores,
y un poco de maquillaje que me dejó un murguista al bajar del tablado

vamos a ver qué sale...
quien sabe...





taller celta bar (2)

Lo había oído en la radio. O en la tele, no estaba seguro: El agua estaba subiendo rápidamente en la ciudad. El río desbordaba.
Cuarenta centímetros, habían dicho. Cuarenta centímetros siempre le había parecido poco. ¿Cuánto eran cuarenta centímetros? ¿La altura de la mesa ratona? ¿Dos o tres escalones?
Pero ahora, cuarenta centímetros, cuarenta centímetros sobre el nivel habitual del río, cuarenta centímetros de ese fluído que siempre había sido azul y dejaría de serlo, le parecía un montón.
No quería creerlo, no quería imaginarlo y sin embargo forzosamente aparecía en su mente la imagen del zaguán de su casa inundado, con algún que otro pez colonizando su territorio.
Lo horrorizaba la idea de tener que irse del lugar en dónde había pasado toda su vida.
Así que cuando vio pasar el agua por debajo de la puerta, empalideció, quiso decir algo, pero sólo articuló algunos ecos de un tartamudeo, y cuando su mujer le tomó la mano, despertó.

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