inaguro este rincón...
orillero...

de este lado ya había
mates llenos de risa,
mucho ruido,
y muchas nueces,
luces brillos jazz y tango,
montones de preguntas sin contestar,
un dolor silencioso e innombrable,
las palabras mas sensatas
en boca de quien prefirió decir dibujando,
y una vedette con preocupaciones geopolíticas...

traigo de allá,
un poco de carnaval en la mochila,
la nostalgia que pesqué en el río,
unos cuantos abrazos,
algo de magia que pasó de contrabando,
ladridos del tafa,
piedritas de lagos y mares en los zapatos,
el sonido de los tambores,
y un poco de maquillaje que me dejó un murguista al bajar del tablado

vamos a ver qué sale...
quien sabe...





taller celta bar (3)

Imagen:
Un hombre. Un niño. El hombre tiene tomado al niño de la mano. Visten de negro. Al lado del hombre, una maleta. Están parados frente a la puerta de un hotel.

Primer propuesta: describir imagen
El niño tiene el pelo sucio y su ropa desaliñada. Mira el piso. Con su mano libre se rasca la cabeza y luego se mete un dedo en la nariz.
El hombre no mira al niño, sino que alterna su mirada entre ambas esquinas. Se oye música desde la ventana del viejo hotel, que tiene la pintura descascarada, algunas luces rojas encendidas, y un tubo de luz que titila a punto de apagarse.
Hay niebla en el aire y nadie camina por esa cuadra.
Ruidos de vidrios rotos y de gritos dentro del hotel.
El niño se sobresalta y el hombre levanta una ceja, sosteniendo con firmeza al niño y a la maleta.

Segunda propuesta: una historia
Está impaciente. Impaciente y enojado.
Nunca le dijeron que tendría que hacerse cargo durante días de ese mocoso. “Tenés que preguntar todo, Pardo”, le había dicho hace años quien lo inicio en el negocio.
Pero el Pardo nunca terminaba de aprender que el “todo” siempre incluía algún detalle que a él se le escapaba.
Lo habían llamado para que se hiciera cargo del “paquete” por unos días. Ya lo había hecho otras veces. Siempre se trataba de alguna señorita recatada o algún funcionario temeroso que se quedaban quietos ante la sola presencia de los dos metros del Pardo.
Nunca necesitó ni siquiera atarlos, así que ya acostumbraba ni llevar una soga.
Había ido a contactar a Beltrán en el sitio habitual, donde le dio las coordenadas: “Habitación 205, del hotel Lincoln. En dos días lo retiramos, no van a tardar en pagar el rescate”

Cuando entró a la habitación y vio el “paquete”, el Pardo tembló por primera vez en su vida. No debía tener más de cinco años y lo recibió con una sonrisa y una pelota en la mano.
Tres días. Tres días caminando por toda la puta habitación 205, trepándose a todo lo que estaba allí... incluido el Pardo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente.